CUANDO LAS PALABRAS NO TIENEN PESO

Sep 16, 2023
Una visión holística del ser humano tiene como premisa que las enfermedades dentales no aparecen aleatoriamente en la boca. Se reproducen en unos dientes concretos debido a la alteración del sistema nervioso que los debilita, alteraciones causadas por situaciones de la vida, con lo que cada afección nos habla de un conflicto interno. Una determinada patología bucal está relacionada con un conflicto inconsciente no resuelto, por lo cual resulta importante para su resolución la toma de conciencia del mismo. Ese conflicto interno no gestionado, se expresa mediante una afección en una zona de la boca, como puedan ser  caries o los diversos problemas que se presentan a nivel bucal. La incapacidad de expresar una emoción, un conflicto, de simbolizarlo a través de la palabra encuentra una forma de expresión a través de problemas en la dentición, dientes en mala posición, caries, dolores, problemas periodontales, etc. que constituyen una adaptación biológica a ese conflicto sin resolver. Nuestra boca se compone de los dientes, la lengua, el paladar duro y el paladar blando; las encías que son formaciones de tejido conectivo, rodeadas de capa epitelial que abrazan a los dientes. Su papel principal es la protección del hueso, los ligamentos y los tejidos que soportan los dientes y sus raíces. Forman parte de la mucosa bucal que cubre los huesos maxilares cerca de los dientes. Desde lo emocional, son la base de la vitalidad y la agresividad, de la confianza y la seguridad en uno mismo. La boca pertenece a la primera etapa embrionaria: Supervivencia. Cualquier problema en ella nos habla de emociones y conflictos relacionados con la supervivencia. La boca no sólo nos permite tomar alimento y agua, sino que nos regala el poder de expresar la palabra. Las emociones que reprimimos, que callamos, con el tiempo pueden llegar a causar daños físicos en nuestro cuerpo. Expresarse es una cuestión vital, no poder comunicarnos es casi como no existir.  La vivencia de desvalorización en relación a la palabra, a la expresión, por no sentirnos escuchados, en nuestro sentir, en nuestros deseos impacta en nuestra boca.. Desvalorización por la palabra no dicha o por no lograr lo que se desea con lo que se dice….  impotencia con la expresión se manifiestan a través de afecciones bucales. Para reencontrar el equilibrio cuerpo-mente, resulta imprescindible trabajar para recuperar nuestra voz, nuestras palabras, nuestra capacidad de actuar y defendernos. Nuestro cuerpo manifiesta también nuestros traumas emocionales. Sanar nuestras emociones, nos permitirá reencontrar el equilibrio en nuestra salud física. En el momento que se entiende el sentido biológico (lo que nuestro cuerpo intenta decirnos para que actuemos en coherencia, sentir, pensar y hacer lo mismo) de lo que nos pasa o pasa a otros, del síntoma, de la vivencia… se puede trascender y actuar de la manera que decidamos. Y desde luego el síntoma desaparece. Veamos el caso… Florencia, por recomendación de su dentista, buscó ayuda emocional para sus problemas bucales y fue así como llegó a la consulta. Poco a poco, comenzamos a trabajar para averiguar la causa del malestar que tanto afectaba a sus encías. Manifiesta la necesidad de descubrir por qué hace tiempo que sufre afecciones en su boca. Ante una situación de estrés su boca no deja de gritarle su dolor… ha pasado por una serie de diagnósticos ontológicos: gingivitis, flemones, periodontitis… herpes… quistes en la lengua… aftas siendo muy niña. Su mayor preocupación al momento de la consulta es la gingivitis y periodontitis que suelen provocarle hemorragias en la encía. Dicha patología suele comenzar como un proceso inflamatorio que poco a poco va avanzando, que puede en casos extremos dejar al descubierto la raíz del diente, lo que produce una alta sensibilidad y dolor. La presencia de sangrado en las encías, desde lo emocional indica una tristeza o una pérdida de alegría por el hecho de no ser capaz de expresarme, bien porque no me lo permiten o bien porque yo me impido decir ciertas cosas, puedo tener la sensación de que lo digo no tiene importancia y que no se me escuchará. Al preguntarle a Florencia por sus vínculos actuales, me relata que se encuentra en pareja, pero que no está atravesando su mejor momento, ya que siente que “no puede comunicarse con él” Cuando le pido que me brinde más detalles de su sentir me relata que no logra que sus palabras sean comprendidas, es interrumpida de manera permanente, mientras ella habla su pareja chequea el celular, sus deseos no son escuchados y además… su pareja le manifiesta sentirse atacada cada vez que ella intenta tener una conversación. En esta descripción no hay intención de juzgar actitudes, sino relatar cómo Florencia “vive” la comunicación con su pareja. En sesión, retrocedimos hasta su infancia y Florencia pudo revivir cómo en cada disputa con su hermana menor, su padre intercedía, saliendo en defensa de su hermana por ser la menor, obligándola a ella a callar “sus alegatos”. No había golpes, pero la mirada y la firme indicación de callarse (sin poder defenderse) eran lo suficientemente contundentes como para que la niña interiorizara la idea de que: “defenderse está prohibido”. Dejar de hablar le sirvió para que su padre no se enfadara con ella, pero el precio a pagar fue demasiado alto, la tensión acumulada terminó haciéndola enfermar por su punto más débil, la boca. El conflicto que podemos encontrar, en esta vivencia, es el de mi palabra no tiene peso para que yo pueda conseguir lo que quiero, lo que necesito y pueda defenderme, mi palabra no tiene peso para que los demás me tengan en cuenta. Es como si le estuviésemos diciendo al órgano (encías) nada de todo esto puedes hacer, anula tu función y lógicamente si el órgano no tiene función se va a retraer. La mejor solución que ha podido encontrar el organismo es esa retracción. Habiendo conectado con la situación traumática que originó un programa inconsciente, y comprendiendo que la situación actual con su pareja “activa” estas memorias de su infancia y tras realizar su trabajo terapéutico, reprogramando dichas memorias, Florencia pudo, por fin, hablar sobre la frustración, la rabia acumulada y la tristeza por todo lo sucedido. Además, la joven comprendió que los motivos para seguir callando habían desaparecido, ya no es más esa niña obligada, por su papá, a callarse ahora era una adulta que puede y sabe defenderse, comprendiendo que (cuando sus palabras son pronunciadas en el marco del respeto ) el modo en que el otro las recibe tiene que ver con sus propios programas inconscientes y eso está fuera de su responsabilidad.